Por: Plácido Páez
Después de 12 años de no asistir al carnaval de mi ciudad, volví a vivirlo en este 2011. Hay muchos cambios pero, la esencia es la misma. La espontaneidad, la alegría el calor humano del barranquillero sigue siendo el mismo. La originalidad para inventarse los disfraces y hacer parodias de los sucesos actuales o de pasados no muy lejanos sigue intacta.
Es en el único lugar del mundo en donde puedes ver a Bush y a Osama Bin Laden juntos. A Raúl Reyes y Tirofijo caminando tranquilamente por la calle y a un sacerdote agregándole al final un gesto no muy púdico a la bendición. Allí blancos y negros, ricos y pobres, viejos y jóvenes se mezclan sin ninguna clase de distinción, con el solo deseo de disfrutar, pasarla bien y gozar del desorden más organizado del mundo.
Y como en toda gran fiesta, no podía faltar la reina, que en el carnaval de Barranquilla es la Cumbia. Hay una soberana que es la figura central de los eventos del Carnaval, la cual está a cargo de encabezar todos los desfiles este año. La soberana era Marcela Dávila pero, la reina, a la que se le brindan todos los honores, se le venera y se escucha en cada rincón, es la cumbia. Desde una pareja que baila solitaria hasta grandes Comparsas conformadas por más de cien parejas que danzan al unísono acompañadas por Grupos de millo, agrupaciones que utilizan una flauta de origen africano elaborado a base de caña de millo.
Una labor incasable es la que cumplen tanto los bailarines como los músicos, quienes tienen que hacer un recorrido de más de tres kilómetros, bajo un sol implacable y un calor intenso, el cual transitan con una alegría inmensa y la satisfacción de que están brindando regocijo a todo un pueblo y a la cantidad te extranjeros que visitan la ciudad para esta época.
HELLO