‘Conferencia Canning’ del Presidente de Colombia, Juan Manuel Santos

El embajador venía de la Gran Colombia, una nación liberada por las tropas del Libertador Simón Bolívar que comprendía lo que hoy son los territorios de Colombia, Ecuador y Venezuela.

El Secretario Canning pronunció entonces cuatro sencillas palabras que reafirmaban una realidad que nos había costado años de lucha y esfuerzos alcanzar: ‘La América Hispana es libre’.

¡La América Hispana es libre! Cuánto significado tenía entonces esa frase, más aun proviniendo de un hombre de Estado que había ayudado, desde sus diversas posiciones en el gobierno británico, a alcanzar esa independencia.

No olvidamos los colombianos, no olvidamos los latinoamericanos, el papel fundamental que jugó Inglaterra como socia y aliada de la causa de nuestra independencia.

Un ejemplo de heroísmo británico conmueve a los colombianos siempre que se le recuerda.

Se trata de la historia del teniente coronel James Rook, quien comandó la Legión Británica, que apoyó a las tropas libertadoras de Bolívar en la campaña que dio la independencia a Colombia.

El coronel Rook, al mando de cerca de un centenar de soldados ingleses, se batió como león en la famosa batalla del Pantano de Vargas, el 25 de julio de 1819, donde recibió heridas que habrían de causarle la muerte.

Se cuenta que, antes de morir, en una vieja casona donde se alojaron las tropas después de la batalla, el coronel Rook, después de soportar la amputación de un brazo, levantó el brazo cercenado con su brazo sano y murió dando vivas a la libertad de Colombia.

Su ejemplo es y será siempre símbolo de heroísmo y de solidaridad para los colombianos.

Y mi familia tuvo algo que ver con la Batalla del Pantano de Vargas:

La hermana de mi tatarabuelo –mi tía tatarabuela–, Antonia Santos, fue ejecutada tres días después de esta batalla porque, entre otras cosas, pertenecía a la Guerrilla de Coromoto, también conocida como ‘Guerrilla de Santos’.

Y otro tío tatarabuelo, Fernando Santos, que lideraba esta guerrilla, interceptó a un coronel español que llevaba refuerzos al Pantano de Vargas, evitando que llegaran a tiempo para la batalla.

Algunos historiadores han dicho que esto fue decisivo para garantizar el triunfo de los patriotas.

No sé si mis ancestros llegaron a conocer al coronel Rook, pero estoy seguro de que le habrían dado los honores que merecía.

Pocos días después de la Batalla del Pantano de Vargas, el 7 de agosto de 1819, los soldados ingleses, bajo el mando del sargento John Mackintosh, participaron en la Batalla de Boyacá que consolidó para siempre la libertad de Colombia.

¡Cuánto honor siento hoy, como Presidente de Colombia, al dirigirme a ustedes en esta Conferencia Canning que continúa el legado de un hombre que supo entender y valorar la importancia de las relaciones entre el Reino Unido y América Latina!

Me honra también saber que mi predecesor en la Conferencia Canning ha sido nada menos que un ilustre sucesor de George Canning, el Honorable William Hague, cuyas palabras el año pasado siguen resonando con un mensaje de amistad y cooperación que hace mucho ansiábamos escuchar con la claridad que él lo expuso.

El discurso del Secretario Hague es, sin duda, inspirador, y por eso lo citaré varias veces en esta intervención.

Y comienzo por recordar una frase que resume muy bien la posición del actual Gobierno británico: ‘Desde cualquier punto de vista, América Latina importa’.

Según el Secretario Hague, América Latina es importante para la ecología; enriquece la cultura global, los deportes y las artes, y es importante para la seguridad británica.

Y él hizo, además, una declaración muy clara que aún resuena en ‘The Mansion House’:

‘El alejamiento de Gran Bretaña de la región ha terminado, y ahora es el momento de dar un paso para comenzar. Vamos a buscar una asociación intensificada e igualitaria con los países de América Latina’

Ahora que recuerdo la frase del Secretario Hague –‘América Latina importa”– me es imposible no hacer referencia a una conferencia que pronuncié hace medio año en la Universidad de Brown, en los Estados Unidos.

En dicha oportunidad recordé una desafortunada conversación que tuvieron en 1971 el entonces Presidente Richard Nixon y su joven asesor Donald Rumsfeld.

En dicha ocasión, Nixon le dijo a Rumsfeld:

‘La única cosa que importa en el mundo es China, Rusia y Europa. América Latina no importa. Conscientemente, a la gente le importa un bledo América Latina ahora. Les importa un bledo’ .

Miren este contraste: Nixon decía hace cuarenta años ‘América Latina no importa’ , y ahora el Secretario Hague dice –con convicción y con razones– ‘América Latina importa’ .

Los tiempos cambian, y en esta ocasión cambian para bien.

Entenderán ustedes ahora por qué le di a mi conferencia en la Universidad de Brown un título que llamó bastante la atención, pero que no era otra cosa que una réplica a las frases de Nixon.

La titulé: ‘Por qué América Latina importa más que un bledo’.

Hoy, en esta tribuna privilegiada que constituye la Conferencia Canning, quiero compartir con ustedes algunas de esas razones por las cuales Latinoamérica importa –e importa mucho– para el Reino Unido, para Europa y para el mundo entero.

He dicho que América Latina –como Colombia– es bien conocida, pero no bien comprendida.

Piensen en esto: América Latina ocupa una superficie cercana a 8 millones de millas cuadradas, más grande que Estados Unidos y China sumados.

Tiene una población cercana a los 600 millones de habitantes, casi diez veces la del Reino Unido. Con una característica muy importante: es una población mayoritariamente joven, con una edad promedio de 27 años.

Además –y esto es muy importante– tenemos una dinámica y creciente clase media.

E incluso nuestra influencia excede las fronteras.

Los hispanos en Estados Unidos sobrepasan los 50 millones –más del 15 por ciento del total de la población– y es la más grande minoría de ese país.

De hecho, ¡Estados Unidos es el segundo país con más hispanohablantes en el mundo, después de México!

Con este potencial, somos varios ya quienes hemos coincidido en señalar que ésta puede ser la década de América Latina y que el mundo debe mirar a esta región como un socio estratégico para resolver los grandes retos de la humanidad.

Nuestra región tiene lo que el mundo necesita: alimentos, agua, energía, bosques, biodiversidad y una fuerza de trabajo joven y creciente, todo esto en un continente con estabilidad democrática y sanas políticas económicas.

América Latina está compuesta por diferentes países, con muchos aspectos culturales comunes, pero cada uno con fortalezas particulares.

En la medida en que nuestros países se integren y trabajen juntos –como por fortuna está pasando– esas fortalezas nos convierten en una verdadera potencia.

Yo he resumido en ocho las razones que me han llevado a hablar de este momento único para América Latina, y quisiera muy brevemente recordarlas hoy:

PRIMERO : Nuestras economías están creciendo y así mismos aumentan nuestras oportunidades. Los países de América Latina cuentan con altas tasas de crecimiento sostenido y los pronósticos son aún mejores.

En 2010, América Latina mostró una sólida recuperación económica con un crecimiento del PIB de más del 6 por ciento, y la Comisión Económica para Latinoamérica y el Caribe –CEPAL– pronostica un crecimiento este año del 4.4 por ciento, por encima del promedio mundial.

Según ‘The Economist’, si la región mantiene el crecimiento de los últimos años, doblará su ingreso per cápita para el año 2025, alcanzando un promedio de 22 mil dólares.

Un reciente estudio del banco HSBC predice que cinco países latinoamericanos –Brasil, México, Argentina, Colombia y Venezuela– estarán dentro de las 30 mayores economías del mundo para el año 2050.

Dos de ellas –Brasil y México– estarán dentro de las 10 primeras economías, por encima de países como Francia, Italia, Canadá, Corea del Sur y España.

No podemos olvidar, tampoco, que, a fines del 2009, la Unidad de Inteligencia de ‘The Economist’ incluyó a Colombia –junto con Indonesia, Vietnam, Egipto, Turquía y Sudáfrica – en los CIVETS, “una segunda promoción de grandes mercados emergentes” después de los BRICs.

Segundo: No sólo planeamos sino que ejecutamos nuestros planes. América Latina fue una de las regiones menos afectadas por la crisis financiera mundial del 2008 y el 2009, gracias a adecuadas políticas fiscales y monetarias.

Nuestra región reaccionó a la crisis de la deuda de los años ochenta con reformas financieras, monetarias y fiscales que ayudaron a blindarla ante situaciones como ésta.

Estas reformas contribuyeron a una mayor estabilidad macroeconómica, con bancos centrales más independientes, una inflación controlada y bajo endeudamiento.

Yo mismo, como Ministro de Hacienda en el año 2000, enfrenté la peor recesión en Colombia en setenta años, y salimos adelante con medidas que no sólo salvaron a las entidades financieras y el ahorro del público, sino también las viviendas de cientos de miles de personas con deudas hipotecarias.

Si tenemos un problema hoy no es la falta de confianza de los mercados sino, todo lo contrario, que los capitales internacionales buscan refugio en nuestros países lo que ha generado una presión revaluacionista sobre nuestras monedas.

De alguna manera, sufrimos las consecuencias de nuestro propio éxito, y por eso he promovido, en el seno de la Unión de Naciones Suramericanas –UNASUR– que tomemos medidas conjuntas que ayuden a frenar la revaluación de nuestras monedas y a evitar la destrucción de empleo.

Los países de América Latina no vamos a quedarnos como espectadores viendo cómo nos afecta la situación económica y financiera de Estados Unidos o de Europa.

Tenemos las alertas encendidas y debemos obrar unidos, con responsabilidad, para defendernos mejor de este huracán económico que está afectando al mundo industrializado.

TERCERO: Nosotros vemos al mundo como una oportunidad, no como una amenaza. Los países de América Latina se han adaptado a la globalización generando las condiciones apropiadas para la inversión extranjera.

Con escasas excepciones, la región se mueve hacia un ambiente favorable a la inversión.

Varios países, incluido Colombia, garantizan estabilidad jurídica a los inversionistas y promueven la suscripción de acuerdos para la protección recíproca de inversiones.

El resultado es que América Latina es hoy el segundo más grande receptor de inversión extranjera directa en el mundo en desarrollo, y Colombia es el país de América latina donde la inversión extranjera directa más ha crecido en los últimos años.

CUARTO: La democracia es la base de nuestro futuro. Hoy podemos decir, con inmensa satisfacción, que en América Latina la democracia es la regla y no la excepción, con sistemas políticos que promueven las libertades civiles.

Hay que recordar que –junto con los Estados Unidos– los países de América Latina fueron los primeros en el mundo moderno en instaurar repúblicas, con sistemas democráticos y elecciones, y que fueron también los primeros en acabar con instituciones aberrantes como la esclavitud.

Esa tradición democrática –que se vio interrumpida en algunos países por dictaduras militares– está presente a lo largo del continente, y podemos decir con certeza y orgullo que la democracia está aquí para quedarse.

Existen varios matices y tendencias ideológicas, pero una sola democracia, viva y operando, desde México hasta la Patagonia.

Como lo ha dicho el Secretario Hague, América Latina ‘es la agrupación más grande y diversa de democracias fuera de Europa Occidental’.

QUINTO: Pensamos en la gente. Los gobiernos de la región están comprometidos a mejorar la calidad y la cobertura de sus sistemas de educación y salud, y a disminuir la pobreza de una vez por todas.

Somos conscientes de que la inversión en educación es el único camino para avanzar definitivamente hacia el desarrollo, y hemos hecho de ella una prioridad central en nuestras agendas de gobierno.

De hecho, muchos países de la región –incluido Colombia– hemos alcanzado la Meta de Desarrollo del Milenio de tener al 100 por ciento de los niños en educación primaria.

Con una importante característica: a diferencia de otras regiones, los países de América Latina tenemos ahora más mujeres que hombres estudiando en educación secundaria y universitaria.

Estamos preparando a nuestros estudiantes para el mundo global, incentivando el aprendizaje del inglés y otros idiomas, y apreciamos mucho la labor que en este aspecto cumple el British Council en nuestros países.

Y permítanme hacer una reflexión recíproca: ¿Cuántas escuelas en el Reino Unido están enseñando español, un idioma que hablan al menos 400 millones de personas en cerca de 25 países? ¿Cuántas oportunidades de viajes y negocios se pierden porque los británicos no hablan la segunda lengua occidental más extendida del planeta?

Hoy quisiera invitarlos a aprender español en Colombia. Nos sentimos orgullosos de hablar un excelente español –muchos dicen que es el mejor del mundo– y queremos convertirnos en el principal destino para la enseñanza de este idioma tan importante.

Volviendo al tema social, tenemos que reconocer que la pobreza y la desigual distribución del ingreso siguen siendo un inmenso desafío para América Latina, que afecta a un tercio de su población, y lo estamos enfrentando con diversas herramientas.

Es bueno poder decir, sin embargo, que, desde el año 2002, más de 40 millones de latinoamericanos han salido de la pobreza, y que se ha mejorado también la distribución del ingreso.

Pero esto no es en absoluto suficiente. Nos falta mucho por hacer, y éste es uno de los retos fundamentales, una de las obligaciones, que tenemos en el futuro inmediato.

SEXTO: Unidos somos una potencia mundial. América Latina está cada vez más integrada.

Mecanismos de concertación política, como las Cumbres Iberoamericanas, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe –CELAC– y la Unión Suramericana de Naciones –UNASUR–, operan con regularidad y eficacia, y le han permitido a la región obrar con una sola voz en otros organismos internacionales.

Hay que destacar la madurez política de nuestras naciones que han logrado resolver sus diferencias –a veces complejas– a través de estos escenarios de concertación.

En el campo comercial, nuestra región está cada vez más integrada, con mecanismos vigentes como el Mercosur, la Comunidad Andina, el Mercado Común Centroamericano, el Caricom y múltiples tratados de libre comercio entre nuestros países y el resto del mundo.
Me alegra poder contarles que –en el caso de Colombia– este año entraron en vigor nuestros tratados de libre comercio con Canadá y Suiza. Hace apenas un mes, el Congreso de los Estados Unidos aprobó el TLC con nuestro país, en tanto el que tenemos negociado con la Unión Europea avanza promisoriamente hacia su aprobación.

Lo que todo esto significa es una inmensa oportunidad para la inversión, para el comercio y para el empleo para un país que, como Colombia, está estratégicamente ubicado entre el océano Pacífico y el mar Caribe, entre Suramérica y América Central y del Norte.

SÉPTIMO: Tenemos lo que el mundo necesita. América Latina tiene la capacidad y el potencial de producir los alimentos, la energía y el agua que demanda el planeta, más aún cuando se esperan tiempos difíciles como consecuencia, en parte, del calentamiento global y, también en parte, de la baja productividad en otras regiones.

El solo crecimiento de la China e India, que contendrán a mediados de siglo la tercera parte de la población mundial, representa un desafío inmenso para el mundo, que deberá buscar la manera de alimentar y de calmar la sed de unas 3 mil millones de personas, no más en estos dos países.

América Latina, por su ubicación tropical, por la calidad de sus suelos, bosques y ríos, puede suplir esta demanda de alimentos y agua, sin afectar el equilibrio ecológico.

En el campo energético, son cada vez más las reservas de hidrocarburos que se encuentran en nuestra región, que es pionera, además, en el tema de las energías alternativas y los biocombustibles.

Como lo ha destacado ‘The Economist’, América Latina tiene el 15 por ciento de las reservas de petróleo del mundo, un gran inventario de minerales, más de un cuarto de la tierra cultivable y el 30 por ciento del agua dulce.

Por donde se mire, tenemos un futuro promisorio en estos campos.

OCTAVO: Valoramos y protegemos nuestra biósfera. Nuestra región es la más rica en biodiversidad del planeta, con el país más megadiverso del mundo, que es Brasil, y el país con mayor biodiversidad por kilómetro cuadrado, que es Colombia.

La Amazonía concentra el 20 por ciento del agua dulce del mundo y el 50 por ciento de la biodiversidad del planeta.

Con las debidas compensaciones económicas, tenemos una inmensa capacidad para reducir los niveles de deforestación y plantar nuevos bosques, cambiando la historia no sólo de la región sino del mundo entero.

Cuando constatamos, día tras día, los terribles e irreversibles efectos del calentamiento global, América Latina surge como una potencia ambiental que puede beneficiar a la humanidad.

Así lo remarcó el ex vicepresidente Al Gore en una visita que hizo a nuestro país este año, en la que reiteró su propuesta de ponerle un precio al carbono.

Recientemente, Australia aprobó un impuesto al carbono, como el que ya existe en Nueva Zelanda y en varios países de Europa.

De nuestra parte, así como lo dije a Al Gore, lo repito aquí: Colombia apoya la creación de un impuesto al carbono, y está dispuesta a liderar esta tesis en la región.

Sobre este aspecto, es importante comprender que la mayor amenaza que se cierne sobre los bosques tropicales en América latina –que, como ustedes saben, son uno de los pulmones del mundo– es el narcotráfico y la terrible deforestación que está produciendo en la selva amazónica, donde las plantas de coca reemplazan los bosques vírgenes a un ritmo apabullante.

Como lo he dicho antes, cada persona que aspira una línea de coca aquí en Londres o en Nueva York o en Madrid, no sólo está estimulando la violencia, la corrupción y el derramamiento de sangre, sino que también contribuye a destruir el medio ambiente.

 

Con estas ocho razones que he resumido, queda claro que existe un panorama lleno de oportunidades para América Latina.

Esto no implica que desconozcamos que aún tenemos muchos problemas y muchos aspectos para mejorar.

Debemos aumentar la inversión en investigación y desarrollo, innovación, tecnologías verdes, y trabajar en la calidad y el acceso a la educación.

Ostentemos el vergonzoso título de ser la región más desigual del mundo, lo que nos obliga a trabajar con todo el empeño y los instrumentos a nuestro alcance para disminuir las grandes brechas sociales y de oportunidades.

En eso hemos fallado y es, sin duda, el más grande desafío que enfrentamos si queremos cruzar el umbral del desarrollo.

Es importante aprovechar nuestras ventajas en la producción de productos básicos, pero al mismo tiempo debemos evitar la dependencia de los mismos, fortaleciendo nuestra capacidad industrial y aumentando la productividad de sectores no agrícolas, particularmente las llamadas tecnologías verdes o sostenibles.

Varios países, incluido Colombia, enfrentamos bandas criminales financiadas por el narcotráfico, y debemos robustecer nuestro compromiso para combatirlas, erradicarlas y castigarlas.

Tal como lo dijo el Secretario Hague, el Reino Unido, y Europa en general, ‘se benefician de los valientes esfuerzos de gobiernos regionales para combatir el crimen organizado y la violencia que asolan a algunos países en la región y cobran un terrible peaje en vidas humanas’.

El narcotráfico sigue alimentando la violencia, y eso nos demuestra la necesidad de que los países consumidores tomen medidas más efectivas para reducir la demanda de drogas ilícitas.

De nuestra parte, continuamos combatiendo la producción y tráfico de estas drogas con toda la determinación y el compromiso.

Porque para nosotros esta lucha es un asunto de seguridad nacional, pues el tráfico de drogas ha alimentado y sigue alimentando todos los grupos violentos en nuestro país.

Podemos decir que hemos sido relativamente exitosos en nuestra guerra contra las drogas.

Las hectáreas sembradas con coca, que llegaron a sumar más de 162 mil en el año 2000 han bajado a menos de 60 mil, y hemos desmantelado uno tras otro los grandes carteles del narcotráfico y neutralizado a los capos de antaño.

Hemos adquirido una gran experiencia en la lucha contra los carteles de la droga y estamos compartiendo las lecciones aprendidas con otros países de la región.

Sin embargo, en este tema a veces sentimos que el mundo está pedaleando en una bicicleta estática. Seguimos luchando contra las drogas, pero las drogas continúan fluyendo.

Por ese motivo, hace unos días dije a la prensa británica que estamos abiertos a una discusión a nivel mundial para explorar nuevos y más efectivos caminos para resolver este problema tan delicado.

Digo esto con la autoridad moral que nos da ser el país del mundo que más ha sufrido los efectos de la guerra contras las drogas.

Celebramos, por otro lado, la expansión de la democracia a lo largo de todo el continente, pero también somos conscientes de que debemos consolidar y mejorar su calidad día tras día.

En suma: más allá de las decisiones y retos que nos esperan, no debe caber la menor duda de que América Latina es una región con estabilidad política, económica y social, llena de potencial, capaz de enfrentar los desafíos del futuro y de aportar a las necesidades más urgentes de la humanidad.

América Latina merece tener una voz más fuerte en el escenario internacional, y está empezando a encontrar esa voz.

América Latina –parafraseando a Gabriel García Márquez– no está condenada a vivir otros ‘cien años de soledad’.

 

En medio de este interesante panorama regional, me complace poder dar un parte de progreso y de avances en la dirección correcta en lo que concierne a Colombia.

Nuestro país, que hace apenas una década era considerado por algunos analistas como un candidato a convertirse en un Estado fallido, hoy ha recuperado su voz y su camino.

Esto se debe a un esfuerzo sostenido que hemos realizado para mejorar la seguridad, incrementar la confianza de los inversionistas y avanzar en el tema de la inclusión social.

Decir que desde 2002 disminuyeron los homicidios en nuestro suelo en un 50 por ciento y el secuestro en un 95 por ciento son palabras mayores.

Pasamos de una tasa insoportable de homicidios de 70 por cada 100 mil habitantes en 2002 a 27 hoy en día, mejor que Atlanta o Detroit.

No vivimos todavía una situación satisfactoria, pero sabemos que hemos logrado mucho.

En la lucha contra las FARC hemos tenido grandes éxitos, como la neutralización de sus dos máximos cabecillas –el Mono Jojoy el año pasado, y Alfonso Cano hace apenas dos semanas–.

Y lo mejor es que lo estamos haciendo dentro del marco de la Constitución y las leyes, respetando los Derechos Humanos y los principios del Derecho Internacional Humanitario.

Sobre esos avances en seguridad, el Gobierno que presido se ha propuesto avanzar hacia lo que he llamado Prosperidad Democrática, vale decir, una prosperidad para todos, con mayor equidad social.

Porque de nada vale crecer si ese crecimiento no se traduce en más empleo, en más oportunidades, en más calidad de vida para todos los habitantes.

Avanzamos en estos primeros quince meses en reformas fundamentales al sistema de salud, en normas que garantizan la responsabilidad fiscal, en leyes que estimulan la creación de empleo para los más jóvenes o las mujeres, en reformas que permiten que los ingresos de la explotación del subsuelo se repartan de forma más justa.

La seriedad de nuestro manejo económico y lo positivo de las reformas realizadas hizo que las tres más grandes calificadoras de riesgo del mundo nos devolvieran el grado de inversión, lo que hoy nos permite conseguir más recursos a menor costo.

Y algo muy importante: estamos decididos a cerrar las heridas de la violencia que hemos sufrido por décadas.

Con ese fin, se aprobó en el Congreso una Ley de Víctimas y de Restitución de Tierras, un paso que sólo es capaz de dar una sociedad madura y responsable con su pasado y con su futuro.

En el campo internacional, me comprometí desde el primer día en hacer del respeto, la cooperación y la diplomacia los ejes de nuestras relaciones exteriores. Y así hemos obrado.

Nos hemos concentrado en consolidar las mejores relaciones con los países de nuestra región y del mundo, asumiendo posiciones proactivas en los grandes temas de la humanidad.

Logramos una silla en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas –que presidimos en abril–; ocupamos la secretaría general de la UNASUR, y jugamos un papel destacado en ayudar en procesos de otros países –como Haití y Honduras–.

Y nos acercamos cada vez más a organizaciones de países con buenas prácticas como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico –OECD–.

Colombia, con fe en la democracia y el libre y justo comercio, con respeto a la pluralidad ideológica, quiere consolidarse cada vez más como un actor positivo en la comunidad internacional, y así lo declaró hoy en esta conferencia que hace honor a un hombre que supo entender lo que había al otro lado del Atlántico.

América Latina está avanzando, a paso acelerado, hacia un futuro de progreso, esperanza y oportunidades, y quien no esté a su lado, quien no sea su socio, se perderá del viaje.

Bien lo dijo el Secretario Hague: ¿Creemos que éste es el momento para que Gran Bretaña, al fin, piense otra vez en América Latina y en las oportunidades que esta región presenta para la cooperación política y para el comercio y la inversión que beneficiarán a nuestros ciudadanos.

Porque América Latina importa.

Hoy, en representación de esta región que tiene tanto que ofrecer al mundo, estoy aquí para decirle al Secretario Hague, un año después, que tiene toda la razón, y para decirle al pueblo británico que, para nosotros, el Reino Unido y Europa –como siempre– también importan.

Aprendimos de ustedes las lecciones de la libertad, de la democracia, del progreso con equidad, y hoy queremos ser socios en la construcción de un mundo más justo y en paz.

Permítanme tomarme el atrevimiento de culminar estas palabras parafraseando al gran William Shakespeare, genio de las letras y del espíritu humano:

‘Ahora unamos nuestras manos, y con nuestras manos nuestros corazones’.

Muchas gracias”.

 

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