Volver a Macondo

Volver a Macondo

Por: Isabella Recio Calero

Corresponsal en Bogotá

Volver al país no es una decisión fácil. Diversas circunstancias que no vienen al caso me llevaron a hacerlo, igual que hicieron antes de finalizar 2011 otros 21.000 compatriotas que residían en el extranjero. La mayoría de ellos (14.424) se devolvieron desde Estados Unidos, como yo. Otros volvieron desde distintos puntos de Suramérica (3.502) y de Europa (1.763) todos añorando la tierra del realismo fantástico, donde alguna vez habitó el Coronel Aureliano Buendía y Remedios la Bella.

De seguro ninguno puede negar que el proceso de salida trae sus angustias. Los días anteriores a ese tremendo paso transcurren lentos. Cuando no te asalta la nostalgia por lo que estás a punto de dejar y por la “tierrita”, te abruman las cavilaciones, las lágrimas se te escapan y las dudas rebasan la copa de un coctel de sentimientos encontrados.

El inmigrante que retorna quisiera que le cerraran la salida, especialmente cuando no hay marcha atrás. Uno quisiera que  los estadounidenses le dijeran no puede salir del país y le pusieran cerrojos a las puertas. Pero no pasa nada de eso. Por el contario, hacen las cosas bien fáciles, como para que te vayas y no regreses.

Ya en el avión, no hay escapatoria. Sientes nacer una especie de solidaridad con tus compañeros de viaje y hasta tienes la percepción de encontrarte entre amigos que simplemente vuelven a casa acompañándose mutuamente.

 

Testimonios del regreso

Muchos están regresando llevados por la situación económica, y no les molesta decirlo. Otros vuelven aburridos, decepcionados del sueño americano, del mundo según los “gringos”. Se devuelven con dos maletas y lo que alcanzaron a ahorrar después de limpiar casas, cuidar niños, o trabajar en los más increíbles oficios que casi con seguridad no desempeñarían en Colombia, ni de fundas. Y todos van dispuestos a comenzar de cero, confiando en que las cosas hayan cambiado, que el dinero esta vez sí les alcance.

Porque de donde vienen se les estaba quedando corto. Según afirmó un comunicado de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), la recesión económica en Estados Unidos y España -los mayores países receptores de emigrantes colombianos- es la causa principal de una ola de emigrantes que han decidido regresar y que está creciendo tanto que ya conforma toda una tendencia.

Algunos, como Gloria Nancy, vuelven felices. Se trajo sus ahorros de 30 años, compró su casa en las afueras de Calarcá, Armenia, en plena zona cafetera colombiana. Según afirma, quiere “criar pollos, vacas, tener perros y no trabajar más, viviendo de los ahorros que ganó cuidando niños peli-monos y oji-claros”.

Rafael Vidales, viene a  pasar su  cumpleaños número 23 en su casa en Cali. No ha visto a sus padres en 8 años y quiere quedarse en el país, terminó carrera en Miami y regresa con la esperanza de encontrar un “puesto decente”.

No quiso seguir viviendo allá, “me hace falta el calor del hogar, mis amigos quiero probar suerte y ver si puedo como médico apoyar a mi gente del Valle”, afirmó

cómodamente sentado en una de las sillas del pasillo del avión de Spirit Airlines.

 

¿Por qué emigramos?

No hay que esforzarse mucho para responder esa pregunta. Las razones han estado en la noticias de los últimos 20 años. Los cierto es que por sobradas razones hemos sufrido una verdadera diáspora de profesionales, talentos, o de gente simplemente muy capaz que ha dejado a muchas de nuestras ciudades prácticamente desoladas. Como Cali, por mencionar una.

Los que dejaron el país durante las dos últimas décadas lo hicieron en su edad más productiva, formando un ejército aún no contado de gente joven y de adultos jóvenes que ha mellado la fuerza laboral colombiana.

Tanto así que desde antes de la “era Uribe” algunos colombianos inquietos  han venido ingeniando planes, desde fuera y dentro del gobierno, para incentivar el retorno mediante la apertura de caminos que facilitan accesos a líneas de crédito más o menos “amistosas” con quienes viajan a largo plazo al exterior. El más organizado por el momento se conoce bajo el nombre de Plan de Retorno Positivo, sobre el cual nos referiremos en una posterior oportunidad.

Pero, ahora estamos presenciando un cambio significativo en el panorama migratorio. Y no es para menos. Las circunstancias que enfrentan en la actualidad todos los sectores socioeconómicos de los países receptores de emigrantes colombianos han creado nuevos retos y realidades tanto para el que sale como para el que recibe. Es difícil medir, a mediano y largo plazo, el impacto que las nuevas realidades económicas, políticas y sociales de todo un nuevo orden mundial en gestación, está teniendo y tendrá en dicho panorama.

A pesar de todo lo anterior somos un país con una tendencia a la emigración, en las buenas y en las malas. Pero últimamente los colombianos emigramos impulsados por circunstancias tristes de mencionar y de sobra conocidas. En otras palabras porque no encontramos en la sin salida y creímos que estaban mejor en el extranjero.

 Mientras nuestro avión carretea en la pista principal de la capital de Macondo, ese espacio mágico de las mariposas amarillas, de Mauricio Babilonia y de la inolvidable Úrsula, pocos pudimos detener el impulso de aplaudir y, con un contagioso amor de patria, gritar ¡Viva Colombia, Carajo!

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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